El Acueducto de Segovia

jueves, 9 de agosto de 2007

Segovia es una ciudad bulliciosa, como en cualquier otra, coches, niños, y paseantes llenan sus calles de vida y caos. Filas de japoneses cargados con sus cámaras y ropas estrafalarias nos hacen recordar que también somos extraños en aquel lugar. Sus antiguos restaurantes despiden un exquisito olor a carne recién hecha que llama nuestra atención, más tarde tendremos que visitarlos.

Mientras caminamos, vamos buscamos en el cielo una señal que nos indique donde se encuentra el edificio que estamos buscando. Poco a poco, al recorrer la calle, aparece ante nosotros el enorme acueducto. Una mole piedra cargada de energía que da la sensación de haber sido colocada allí sin tener el cuenta el resto de edificio. Como si fuera un ‘collage’, da la sensación de no encajar con lo que le rodea. Pero transmite al observador una gran fuerza al contemplarlo

Dice la leyenda que los constructores del acueducto no fueron los romanos, sino la pereza de una joven aguadora, harta de arrastrar el cántaro por las empinadas calles de la ciudad, llegó a un pacto con el diablo: el se quedaría con el alma de la mujer si, antes de que cantara el gallo, el agua llegaba hasta la puerta de su casa. Cuando cayó la noche, una gran tormenta se cernió sobre la ciudad. Sólo la muchacha sabía que no era una simple tormenta, sino el mismo diablo cumpliendo lo que ella le había pedido. Sin embargo, se arrepintió y rezó hasta la extenuación para evitar el cumplimiento del pacto. De pronto, el
gallo cantó y el Maligno se dio cuenta de que, por una sola piedra sin colocar, había perdido el alma.

La muchacha confesó su culpa ante los segovianos que, tras rociar con agua bendita los arcos para eliminar el rastro de azufre, aceptaron felices el nuevo perfil de la ciudad. Convencidos de que había sido un milagro que la muchacha escapara de las garras del diablo, se ordenó colocar una imagen de la virgen y de San Esteban en las hornacinas del acueducto.

Aun así, se dice que en las piedras todavía quedan las marcas de los dedos del maligno como testigo de su obra.

[Fuente: Wikipedia]

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